Adelgazados hasta su más concisa formulación, con un lenguaje deliberadamente minimalista y con preferencia por los finales abiertos que parecen suspender temporalmente la ilación narrativa, los poemas de Querido silencio logran como pocos una vibración particular, una descarga que deja en el aire un sentido a la vez familiar y simbólico. Luis Muñoz sabe, y lo maneja expertamente, que la fuerza emocional del poema no está sólo en lo que se nombra, sino también en lo que se calla, en los queridos silencios.