La divina herencia del hombre es su aptitud para soñar en el ideal. No importa lo mucho que hoy día suframos si creemos en un porvenir mejor, porque ese porvenir, a pesar de los errores prevalecientes sobre la finalidad de la vida, será para los mismos que se esforzaron en prepararlo.
Querer es poder nos enseña que no hay medicina tan saludable como el optimismo, ni tónico del alma tan eficaz como la esperanza en un tiempo mejor. Es inestimable la facultad de sobreponerse, siquiera instantáneamente, a cuantas perplejidades y tribulaciones floten en derredor y elevarse a una atmósfera de armonía, belleza y verdad. ¿Quién fuera capaz de resistir la lucha de la vida si le arrebataran sus esperanzas e ideales en otra vida más alta y mejor? La voluntad firme, el ideal luminoso, la esperanza optimista es lo que importa para no desmayar en las tormentas mundanales y conseguir nuestros buenos propósitos.