La incorporación de las mujeres a la vida académica ha seguido un proceso no exento de tensiones y dificultades. La decisión de muchas jóvenes de formar parte de los claustros universitarios fue cuestionada y resistida por considerarse innecesaria para cumplir con los roles socialmente definidos para las mujeres. Sin embargo, la participación de estudiantes, investigadoras y profesionales en el universo de los estudios superiores es en estos días una realidad incontrastable. En estas páginas, la autora indaga los diversos perfiles que ese proceso fue adquiriendo a lo largo de un periodo que abarca algo más de cincuenta años: desde la graduación de la primera profesional, a fines del siglo XIX, hasta un poco antes de la década del sesenta, cuando la matrícula femenina comienza a transformarse y diversificarse a otros ámbitos de estudio, diferentes de los que la caracterizaban hasta el momento. Mediante el uso de material de archivos y estadísticas, este trabajo no se dedica simplemente a describir el objeto que plantea, sino que interpreta y explica los datos en función de una perspectiva de género que, como acertadamente observa la autora, aún sigue condicionando la formación intelectual y la vida profesional y académica de las mujeres.