El humor, la autoironía y una conducción exacta de las voces guían al
lector a una especie de paraíso del relato. Un relato que nos
entretiene, nos persuade y nos envuelve con una misteriosa cercanía a la
vida misma, cuyas señas de identidad nos prometen certidumbres y
perplejidades del pasado y del presente. Tras el velo de esa primera
persona directa, tras su aparente sencillez evocativa, tardamos en
reconocer los matices de una apasionada confesión generacional. Logro y
mérito que convierten a esta primera novela de Gabriela Saidon en uno de
los testimonios imprescindibles de la narrativa argentina actual.