Esta es una primera aproximación a un personaje, Próspero Aldorisio, oriundo de la milenaria Nápoles, que apenas era conocido hasta ahora, no ya como intelectual de gran nivel, que lo era, al igual que su propio padre, sino también entre los cultivadores de lo que hoy día seguimos llamando impropiamente, según él, Grafología. Allí, en el próspero Nápoles bajo la corona española de entonces, un muchacho cultísimo de apenas 18 años, escribió que sepamos tres libros. Uno de ellos, el Idengraphicus Nuntius, del cual tratamos aquí. Con él se inicia, en el año 1611, la verdadera historia de la Grafología, en vez de en el sostenido hasta ahora 1622, año en que Camilo Baldi escribió su Trattato. Según nos cuenta G. Frigiolo, amigo de Aldorisio, y él mismo asegura: era capaz de hacer interpretaciones grafológicas que incluso hoy día nos parecen asombrosas, tanto más cuanto que han pasado ya más de 400 años y no se ha alcanzado todavía tal nivel. No es poco decir que él describe con precisión la fisonomía de una persona, incluyendo la tez y el color del pelo; si tiene las orejas grandes, nariz pequeña, ojos oscuros, si la frente es grande...; dibuja el contorno de la mano y de la frente y, a continuación, las tendencias naturales, tales como la vital, animal y natural...; deduce la marcha, tartamudeo, la longitud y la brevedad de la vida, a qué enfermedades está predispuesto su cuerpo y, por último y lo más sorprendente, puede inferir sobre la calidad del cuerpo con sólo mirar un texto escrito de una persona.