Este libro reflexiona sobre dos tesis que parten de los supuestos de la sociedad del conocimiento. La primera asume que la cultura educativa desarrollada a partir de la matriz definida por el taylorismo, así como los pactos que dieron sentido a la escolarización actual, deben ser reformulados para que sean justos y funcionales, pensando en el conjunto de la población. La segunda tesis que recorre el texto reconoce que contamos con todos los ingredientes necesarios para mejorar sustantivamente la formación y el sistema educativo, pero nos equivocamos con la receta.
La obra propone una nueva narrativa en torno a la formación y un nuevo tipo de pacto educativo. Su eje debería ser el aprendizaje, entendiéndose que todo el servicio de la formación debería ponerse al alcance de todos los ciudadanos de cara a optimizar su desarrollo y su autonomía, con el fin de sentar las bases de una sociedad más cooperativa y sostenible. Se apuesta, pues, por un modelo de aprendizaje que dé respuesta a las necesidades sociales, en un formato inclusivo, al tiempo que disponible en las diversas circunstancias en las que se desenvuelven los ciudadanos; de ahí que se reclame una amplia concertación sobre cómo entender el aprendizaje. Una sociedad no puede progresar solamente con el conocimiento de los expertos, pero tampoco prescindiendo de él.