La producción y la comercialización del libro en Santiago durante la primera mitad del siglo XVI se nos presentan en este libro como dos historias paralelas. Como en la época incunable, la imprenta compostelana también depende durante todo este siglo de su poderoso cabildo. Su silla arzobispal, tan codiciada por su relevancia económica, promueve curiosamente muy pocas inicitaivas impresoras y la realización de un Manual en 1535 y la de un Breviario en 1542 cubren la necesidad que tiene el arzobispado compostelano de libros litúrgicos. Sin embargo, la alta concentración de población letrada y el papel de la ciudad como espacio de intercambio mercantil y de redistribución en su entorno más inmediato, hacen de Compostela la única plaza en Galicia apta para desarrollar una labor estable de comercialización del libro. Pequeños negocios de librería que no dudan en abastecerse en Valladolid, Medina, Salamanca, Toulouse o Flandes en el afán de hacer llegar a nuestra ciudad las bellas ediciones que Lyon o Venecia producen. Obras de Homero, Sófocles, Petrarca, Erasmo o Vives que nos dan noticia de la inquietud intelectual de algunos de sus vecinos.