En ese mismo país, un poco más al norte, fuera ya de los muros de palacio y entre montañas, valles y riachuelos, vive Inés, la hija de dos pobres pastores y lecheros. Inés, al contrario que Rosamunda, juega con los juguetes que su propio padre construye, es obediente y cariñosa, posee poco, no desea tener más y, por lo tanto, no es ni codiciosa ni insaciable. Sus padres, están sumamente orgullosos y llenos de admiración por ella que, a fuerza de decírselo, consiguen que la arrogancia crezca, se apodere de su interior y ahogue incluso cuanto hay de bueno en ella.
Ambas, Rosamunda e Inés, por la terrible falta de juicio de sus padres, llegan a una misma y nefasta convicción: creen que son Alguien e incluso que no puede existir ningún otro Alguien. Este hecho las ha convertido, aunque por caminos distintos, en dos niñas tremendamente arrogantes e insoportables para cuantos la rodean.
Sólo la Mujer Sabia, que vive en los bosques, podrá deshacer este entuerto. He aquí una bellísima historia doble escrita de un modo ameno y que será para muchos un buen punto de partida para reflexionar sobre si mismos e iniciar el apasionante camino de trabajo personal que deja atrás la insatisfacción del tener y abre las puertas de la felicidad basado en el ser.