Un largo camino lleva recorrido Bousoño desde Subida al amor (1945), aquel primer libro de poemas en que traslucía sus ansias de Dios y que, junto con Primavera de la muerte (1946), ese canto a la victoria de lo vital sobre la muerte, y el metafísico Noche del sentido (1957), concluye un primer ciclo que se cierra con la duda más sombría. Su cuarta obra poética, Invasión de la realidad (1962), marca un cambio de rumbo, caracterizado por la apertura, en el plano temático, hacia el mundo objetivo, real, y, en el estilístico, hacia el verso libre y el abandono de los moldes clásicos. Con Oda a la ceniza (1967), Bousoño confirma esta nueva línea y abre, a juicio de los críticos, una segunda trilogía, la que completan Las monedas contra la losa (1973) y Metáfora del desafuero (1988), y en la que se inaugura un procedimiento retórico: «El alargamiento de una imagen que, partiendo de un postulado racional, ensayístico, culmina en lo irracional» (L.A. de Villena) y llega a lo visionario. Por difícil que pareciera superar eso, el poeta sorprendió luego a todos con su libro más denso, maduro y metafísico, El ojo de la aguja , que resume toda su trayectoria poética y ejemplifica su reflexión teórica. Dos últimas obras Canto de salvación (1993) y El martillo en el yunque (1996) cierran este auténtico viaje por la luz y las tinieblas en busca de la plenitud y la verdad poética.