En 1913 vio la luz esta primera entrega de uno de los ciclos novelísticos más admirables de la historia de la literatura: En busca del tiempo perdido , un camino iniciático y un análisis, de hondo calado filosófico, de la compleja relación del tiempo con la memoria, ese instrumento -formado por recuerdos, ensaciones, incluso sabores- para reapropiarse del pasado y de ese modo devolver su integridad al presente. El libro se divide en tres partes, todas ellas variaciones sobre el tema del tiempo que inexorablemente queda atrás: «Combray», el pueblo de la infancia del protagonista, que lo rememora antes de dormir; «Un amor de Swann», o el despilfarro del tiempo en un amor, el de Odette y Swann, agostado por los celos; «Nombres de país: el Nombre», que gira en torno a los recuerdos de la adolescencia.