Gilles Deleuze y Félix Guattari en ¿Qué es la filosofía? definían el concepto, un concepto, como territorio; como tal, o sea como territorio abstracto y reflexivo, la interrupción concibe una distancia con respecto al objeto o referente inicial, únicamente para volver a él de la manera más cercana posible. El concepto de interrupción en sí mismo es capaz de cuestionar y alterar los códigos de los lenguajes explícitos, e implícitos, en su naturaleza, así como de posibilitar la reestructuración de los distintos elementos simbólicos, a partir de miradas ajenas (como lo hace Jean-Luc Godard con las de otros cineastas), o sacando provecho de las imágenes que la propia sociedad produce y propaga.
El reto es tratar de plantear la interrupción como un elemento conceptual híbrido, desestructurador y reestructurador de la imagen a través del discurso artístico; y como base analítica experimental, pero sin embargo exacta, definidora de una sensibilidad en los márgenes del lenguaje, más allá de los límites de lo instituido. La interrupción concreta ese instante de aprehensión de la imagen desde la matriz perceptiva, en intervalos de tiempo indefinidos, que desencadenan una serie de discontinuidades a través de fenómenos tanto externos como internos.