Bajo el sugerente título de «Poemas de una geisha», tiene el lector un no menos estimulante conjunto de poesías con descripciones realistas que sin dificultad cabría denominar «eróticas». El placer, su búsqueda y la obtención del mismo, recorre de arriba abajo estos poemas, en los que, sin embargo, nunca se cae en el mal gusto, hay una línea base de elegancia. El erotismo recorre estas páginas, sin duda, pero casi siempre enlazado a un sentimiento amoroso, del cual llega a ser sublime expresión gracias a la rica expresividad poética y barroquismo sexual de que hace gala la autora. La autora escribe en primera persona, lo que da una fuerza añadida a sus poemas, y es posible que buena parte de ellos reflejen experiencias propias. Sin embargo, otros podrían perfectamente relatar sensaciones no necesariamente vividas por ella, bien por ser imaginadas o quizá producto de la experiencia terapéutica profesional (que se adivina enriquecedora) de la autora. Un poemario, que emerge brillante, pleno de fuerza poética y armoniosa sensualidad, junto con un tono positivo y vitalista de fondo que, bien ajeno a nostalgias hace si cabe más atractivo su discurso. No busque aquí el lector una visión del erotismo escabrosa o cercana a la pornografía, sino con toda la auténtica fuerza del «eros». Estos poemas muestran el placer de dar y recibir placer, de complacer, de generar deseo en el otro y de sentirse dichosa haciéndole feliz; en suma, del disfrute compartido, ese objetivo final de casi todos los humanos, y que tan difícil resulta de alcanzar. Estamos ante una obra meritoria, un auténtico canto a la vida, al amor y al placer, que seduce desde los primeros versos a lo que sin duda ayudan las sugerentes fotografías que lo ilustran y que invita al lector a dejarse embriagar por él.