La aspiración al poder, la realidad del poder, la succión por el poder: he ahí uno de los signos de nuestros tiempos. El poder sigue siendo hoy una de nuestras mayores tentaciones: muestra el camino de una malaventuranza.
Las bienaventuranzas esytán también ahí; en la vida del cristiano son como la urdimbre que se ve al trasluz, transfiguran su vida haciendo de ésta una buena aventura: la del seguimiento de Jesús, el Cristo.