En las olimpiadas de invierno de 1964, en Innsbruck, el finlandés Eero Maentyranta batió varios records y ganó dos medallas de oro en esquí de travesía. Su resistencia era tan extraordinaria que se sospechó que era un fraude. Años después se supo que había sido una trampa de la naturaleza ya que el atleta y su familia presentaban una variante genética que provoca una superproducción de glóbulos rojos y, por tanto, un aporte de oxígeno superior. Probablemente la casualidad había sido la responsable de esta mutación; hoy, la terapia genética ha sustituido al azar por la técnica. Este tipo de terapia ha sido concebida como tratamiento potencial para numerosas enfermedades, como la distrofia muscular, una alteración caracterizada por la pérdida de masa muscular.