La recopilación más completa y esperada del cronista de culto Enrique Raab, desaparecido durante la dictadura.
Lo mejor de Enrique Raab
En otros países de Latinoamérica lo hubieran llamado "periodista todero", pero nosotros preferimos el adjetivo más ciclístico de "todoterreno", que indica velocidad y adaptación. Porque si bien la especialidad que más frecuentaba era la de crítico de arte y espectáculos, Enrique Raab podía ser anfibio y cubrir tanto la revolución de los claveles en Lisboa como las ofertas de verano en Raviolandia de Mar del Plata, y pasar de un reportaje a un cuadro revolucionario a otro a Juan José Camero ("el Delon argentino").
Pero es in situ donde Enrique Raab muestra cómo no sacrifica nada de su estilo -ni de su ironía fina, su culta maldad- al rigor de una cobertura diaria, realizada casi en tiempo real de los acontecimientos.
¿Por qué no hay un mito Enrique Raab? Quizás porque no cultivó la novela o la investigación a lo grande, porque no pertenecía al grupo mayoritario en la militancia revolucionaria -era militante del PRT- o porque era gay en una izquierda que aún trata de asimilar a un Néstor Perlongher. No sé si tantas sutilezas fueron reconocidas por aquellos que lo secuestraron el 16 de abril de 1977 para llevarlo a la ESMA convirtiéndolo en un detenido-desaparecido.
Me gustaría que este libro fuera para "los del gremio" como para otras tribus los Escritos de Lacan o El libro rojo de Mao, pero de sólo escribir esta frase me sonrojo, porque me imagino a Enrique leyéndola y, mediante un adjetivo letal, clavándome como a un insecto con su lapicera de periodista.
María Moreno