En cierto modo, hemos nacido con el cine. Gracias a él, muchas de las cosas que habíamos aprendido en el colegio, en el instituto o la facultad, se han «hecho realidad». Gracias a las imágenes que han pasado delante de nuestros ojos, a través de lo que otros han plasmado en el celuloide, hemos aprendido a ver, a oír y a sentir nuestra historia y nuestra cultura. ¡Cuántas veces hemos aprendido geografía, literatura, arte, y hasta a pensar, después de ver una película! Y hemos asociado los conocimientos recibidos en nuestra formación académica con secuencias que han pasado raudas ante nuestros ojos. Quién no ha escuchado en su interior la música de Lawrence de Arabia cuando ha tratado de explicar algunos aspectos de la vida en el desierto y la lucha de los árabes contra los turcos durante la I Guerra Mundial, o quién no ha sentido la tragedia de Rick en Casablanca al comentar la persecución de la Gestapo a la Resistencia, y quién no ha evocado con cariño las imágenes de ¡Bienvenido Mr. Marshall! para recordar la ayuda americana en los años 50... Y así, cada película que vemos ha ido ilustrando nuestro conocimiento del mundo en que vivimos.