CAPÍTULO I
Una mañana, cuando el muchachito volvía de sus clases de primer año en el Instituto del Cardenal Cisneros, acompañado de su preceptor, que le daba lección particular y le acompañaba, además, de casa al Instituto y del Instituto a casa, se encontró ante la puerta de su mansión -un lujoso entresuelo de la calle de Génova- aguardaba que le abriesen una linda muchacha de las de rompe y rasga, al parecer: mantón alfombrado, peinado de peinadora, prominentes curvas y desniveles en su cuerpo de hembra de circunstancias, y un gesto propicio a la risa, a la charla pronta y espontánea, a la chunga y algo más. Fuego en los ojos y marchosería por todo lo alto...
Al saludo circunspecto del preceptor, que le dio a media voz los buenos días, ella replicó:
-He llamado dos veces y no abren ni pa Dios. ¿Usté sabe si es aquí donde buscan cocinera?
El chico afirmó; y la muchacha, pellizcándole un cachete, como si le hubiese criado a sus pechos (que, a juzgar por lo que se veía, no harían mal papel entre los que mejores provisiones lácteas pudieran presentar en un concurso de amas de cría), dijo al jovencillo:
-Gracias, monín. ¿Tu eres el mayorcito de la casa? Ya verás qué cosas tan ricas te hace esta nueva cocinera..., si se queda en tu casa. Porque a eso vengo, ¿sabe usted? -le explicó al preceptor-, a ver si me entiendo con estos señores.
-Yo creo que sí; que se entenderá usted con la señora -respondió ingenuamente el carabino.
La joven iba a responder algo picante - habituada como estaba al uso de la nuez moscada y otras especies de su repertorio culinario, pero se limitó a sonreír con enigmático gesto, porque, en fin, abrió la puerta una doncellita encantadora.
Pasaron el muchacho y su preceptor, y la doncellita preguntó a al desconocida:
_¿Qué deseaba?
-Creo que es aquí donde está haciendo falta cocinera; es decir, aquí el peque y el señor m´an sacao ya de dudas. De manera, preciosa, que si me haces el favor de avisar a la señora, a ver si nos entendemos, que ya me ha dicho el señor que sí, que nos entenderemos...
Un poco perpleja, la circunspecta doncellita la hizo pasar, cerró, le indicó que se sentase y se fue a pasar recado a su señorita.