Argumento de Paz
Colección: Línea C
"Anoche cayó el olmo que había plantado Eleanor Bold, la hija del juez.? Con esta engañosa frase comienza Paz, novela inasible y conmovedora. El que habla es Alden Weer, un hombre de unos sesenta años que siempre vivió en un pueblo del Medio Oeste norteamericano. Nunca sabremos si Weer no ha muerto ya de un infarto. Él mismo ignora si está en su oficina o en un cuarto de la exagerada casa que mandó construir. Puede que sea un fantasma; lo que oímos, por cierto, no es un formal recuento de vida sino una atmósfera hecha de gente y momentos. Abundan las digresiones, la acción recae en personajes secundarios y todos cuentan algo ?hasta parábolas chinas?, cada uno en su estilo y siempre a la perfección. El lector tendrá que establecer los vínculos. Por lo pronto, no tarda en conocer a la madre, el abuelo y la niñera de Weer. También a la adorable tía Olivia y a sus tres peculiares pretendientes. Ninguno está vivo; en realidad, pese a su humor estrafalario, Paz es un gran Libro de los Muertos del corazón del siglo veinte. Cada uno a su turno, tres excursionistas descubren en una cueva el mismo cráneo humano, vestigio de un pueblo extinguido diez mil años antes, y deciden callarse la boca. Alguien describe las angustias de un farmacéutico que creía tener en casa al fantasma de su esposa. Un anticuario fragua las memorias de una granjera rica e induce a una lectora incauta a buscar una fortuna enterrada. El capataz de una fábrica de jugos recuerda la muerte de un peón encerrado en una cámara de frío. Todo en la novela habla de lo mismo: vivimos entre vidas desaparecidas, cada una presente en su historia y su voz característica. Wolfe adopta esas voces, con un oído soberbio, como si sólo así pudiese alumbrar la verdad sobre Alden Weer. Y aunque el libro que resulta no es para impacientes, el que persevere tendrá recompensas sustanciosas y un recuerdo imborrable.0