Entre sexo, alcohol, vértigos y tedio, Adam relata con precisión y lucidez las existencias desesperadas y a un tiempo extrañamente bellas que tienen lugar en las circunstancias más ordinarias de nuestros entornos urbanos. Con descripciones rápidas y elípticas, fiel al minimalismo revelador de autores como Raymond Carver o Richard Ford, Adam nos trae la oscuridad y el frío de un paisaje humano aparentemente desolado, pero donde también se aloja la posibilidad siempre presente del deshielo: signo definitivo del cambio de estación, de que se habrá conseguido pasar el invierno.