Su paisaje no destaca por la espectacularidad del relieve, ni su cubierta vegetal se significa por la ausencia de intervención antrópica. Al contrario. Se trata, más bien, de un conjunto montañoso que se caracteriza por pendientes generalmente suaves que conforman unas sierras poco elevadas. La vegetación, asimismo, aunque gracias a la alta pluviosidad se extiende prácticamente por todo su territorio, da muestras de un grado de manejo humano considerable. Sin embargo, todo ello contribuye a constituir una armónica simbiosis de hombre y biosfera poco común en nuestro país, rica al mismo tiempo en valores naturales y culturales. Se podría decir, en suma, que estamos ante el bosque habitado.
En este sentido, entre los principales elementos caracterizadores de dicha simbiosis se podrían enumerar los castañares, cultivo arbóreo de gran valor paisajístico y económico, las dehesas, la más racional forma explotación de medio natural en la Península, y la bien conservada arquitectura de sus bellísimos pueblos, que, milagrosamente, ha llegado hasta nuestros días.
La red de caminos, señalizados o no, de este Parque es muy notable. Sin embargo, este patrimonio en forma de senderos y veredas del que tenemos la suerte de disponer se encuentra infrautilizado por los numerosos visitantes de este espacio protegido, que acuden principalmente desde los grandes núcleos de población, como es el caso de Sevilla. Dar a conocer ese patrimonio y sacarlo a la luz es la finalidad de este guía excursionista. Pero, sobre todo, que seamos capaces de admirarlo sin menoscabar su gran belleza.