Argumento de París
El sexo da mucho que pensar. La inteligencia transfigura la biología en cultura. Es un tránsito que comienza en la fisiología, atraviesa los tupidos campos de la religión, la psicología, la economía, la política, para llegar a la ética. Las noticias sobre la sexualidad parecen partes de guerra. «Las relaciones personales se han ido transformando en un combate continuo», dice un conocido sociólogo. «El amor se hace más necesario que nunca y, al mismo tiempo, imposible», afirma otro. Se teme que el enfrentamiento entre los géneros se endurezca. La revolución sexual sirvió para quitarnos de encima supersticiones, injusticias y culpabilidades. Nos protegimos del misterio del sexo con la trivialización. Hemos conseguido un sexo divertido y ahora nos gustaría inventar una sexualidad feliz. Del sexo ingenioso desearíamos pasar a la gran creación afectiva.1