El pontificado de Pablo VI (1963-1978), sucesor de Juan XXIII, es inseparable del Concilio Vaticano II tanto en su desarrollo como en su inmediata aplicación.
El papa Montini tomó el nombre y el espíritu de san Pablo, apóstol de las gentes, viajero y predicador infatigable del Evangelio, escritor inspirado y prolífico, místico enamorado de Cristo.
Según el Card. Poupard, tres palabras resumen bien su programa: conciencia, renovación y diálogo de la Iglesia con el mundo.
Antes de hablar hay que escuchar la voz y el corazón del hombre; comprenderlo y respetarlo; y allí donde lo merezca, ir por su mismo camino (Ecclesiam Suam 33). En un tiempo convulso, Pablo VI renovó la liturgia y la curia, predicó el anuncio universal del Evangelio, trabajó por la unidad de los cristianos, el diálogo con los no creyentes, la paz y la solidaridad.