A veces se dice que el cristianismo es la religión del amor. Si es así, el amor o unión personal es lo primero y primordial, y la primera de las uniones personales es la del cristiano con Cristo: yo y Jesús de Nazaret, Jesús de Nazaret y yo. La mayor unión la alcanzamos en y a través de la oración y -de una forma corporal- mediante la Eucaristía. Sin oración y sin Eucaristía el cristianismo no sería más que una etérea abstracción de bienintencionados. Benedicto XVI ayuda a profundizar en estas dos palabras que aluden a la más misteriosa e impensable de las uniones de que es capaz el ser humano: oración y Eucaristía.