Argumento de Olivo Roto: Escenas de la Ocupación
Encuadernación: Rústica con solapas
El arte de narrar es el arte de mostrar, de ponernos delante una historia y meternos dentro de ella. El narrador, el buen narrador, no quiere demostrar nada. Simplemente quiere que compartamos una experiencia con sus protagonistas: tocar el árbol que una mujer toca instantes antes de que un árbol sea derribado, ver al padre desnudándose delante de su hijo ante la exigencia del soldado armado en un puesto de control, mancharnos con la sangre inesperada de unos niños que juegan al balón hasta que una mina abandonada estalla. El narrador quiere que soñemos el sueño que sueña esa mujer que sueña con que su hijo vuelve a casa o que vivamos el miedo callado de esa mujer que sabe que su hijo seguramente nunca volverá a casa. Un escenario que, evitando el tremendismo o la denuncia sentimental, nos sitúa en el centro de una tragedia que va mucho más allá del titular de prensa o de la estadística sobrecogedora. Alguien me comentaba en un tono maternal que lo malo de «estos libros» es que el tema es muy coyuntural. Ten a razón: sólo llevamos 3.000 años dándole vueltas a la misma batalla.1