Las organizaciones de la memoria histórica no podemos permitir la impunidad de aquel comportamiento criminal que trituró tantas vidas y las redujo al olvido, ni rendirnos al derrotismo, por un elemental deber de justicia para con la víctimas. Y, también, porque la denuncia de aquella barbarie sirve de antídoto contra la prepotencia de los actuales poderes económicos, que con la anuencia de las castas políticas exhiben, como los poderosos de entonces, el mismo desprecio por la vida de la ciudadanía, con el disfraz de razones económicas interesadas. (C. Martínez)