Para que el hombre pueda intervenir de forma racional en la naturaleza, incluida la suya, hemos tenido que recorrer un largo trecho. Con Darwin el hombre cobra carta de naturaleza y, tras él, la humanidad se darwiniza, elevando la selección natural a categoría metafísica clave capaz de explicar fenómenos biológicos, psicológicos, sociológicos, históricos y económicos. Pero, ¿quién es el beneficiario último de todos esos fenómenos? Subyace el problema de saber si es el hombre o éste también es una ficción de sus replicadores dawkinianos. En la medida en que no lo sea, cabe contemplar un futuro donde la naturaleza será gestionada racionalmente por el hombre en su propio beneficio, aunque este ejercicio pueda conllevar la aparición de entes transhumanos.