Hacer que todas las luces de la ciencia converjan en este punto: la Vida universal; presentarla bajo su aspecto real; fijar sus inmensas irradiaciones y demostrar que es el centro misterioso en torno del cual gravita toda entera la creación, es para nosotros un problema cuya solución interesa a nuestra época. El que se propusiera tratar una cuestión semejante se colocaría frente a un ideal formidable. Ensanchar de esta suerte hasta más allá de los límites de lo visible el dominio de la existencia vital, por tanto tiempo confinada al átomo terrestre; desgarrar los velos que nos ocultaban el reino de la existencia en la superficie de los Mundos; y permitir a la imaginación cernerse en su gloriosa aureola sobre la vida extendida hasta lo infinito.