Después de la magnífica acogida de Viaje al fin de la noche (1932), una obra renovadora de la estructura e intención de la novela que abriría las puertas a escritores como Jean-Paul Sartre, Henry Miller o Bukowski, Céline continuó desarrollando su deslumbrante y avasallador estilo en Muerte a crédito (1936), buceo fascinante y sobrecogedor, no exento de humor ácido, en los abismos del ser humano. La transposición literaria de la vida del autor en una especie de seudoautobiografía que había sorprendido a críticos y contemporáneos en su primera novela, continúa en ésta con una evocación de los años de formación del protagonista en un ambiente familiar asfixiante, sobre el fondo de un mundo disparatado, hecho de miseria y fealdad.