Bandas de peruanos recorren la ciudad.
Vienen desde los Andes, las montañas lejanas.
Llevan ponchos vistosos, tocan flautas de pan
las bandas de peruanos, bandas de perüanos.
En sus calientes bolsos de Arequipa se instalan
casetes con canciones típicas del Perú:
cóndores, cholos, lagos donde habita la calma,
paisajes del Mampiche, escalas del ñandú.
De las vistosas frentes, de las narices anchas,
reverberan sus héroes contra el pesado olvido.
Miran como si vieran a través de las millas
y en su célebre sangre caracolea el indio
que adivina la nieve en el estrato añil.
Las cabezas redondas, devenidas, pajizas,
con algo de comanches, con algo de hortalizas.
Son errantes y ásperos, beben el el ocaso
de la ciudad que flota por entre las colinas
suaves, las sierras calvas, lánguidas alamedas...