Mil palabras con las manos es una aportación valiosísima en la superación de las viejas dicotomías y es el inicio de un camino que nos puede llevar a todos, oyentes y no oyentes, a vías de comunicación e integración. Podría decirse que para que el sordo pueda acceder al uso -e incluso al dominio- de la lengua de los oyentes, es preciso adentrarse antes en su propio lenguaje, en su gramática, sintaxis y léxico, para desde ahí trasvasar la comprensión hacia el lenguaje oral y de éste hacia la lengua de los signos.