«Lo que más puede entusiasmar de Mil cretinos es el tono felizmente desamparado que funciona como música de fondo desde el principio hasta el final» (Ponç Puigdevall, El País); «Cada vez va más a fondo en su análisis de la naturaleza humana... La mayor de las ternuras disimulada tras una inmisericorde crueldad. Qué grande es Quim Monzó» (Julià Guillamon, La Vanguardia).