El Tío Sam con las manos cortadas, la cabeza de la Estatua de la Libertad clavada en una bayoneta, o un cubo de basura con los colores de la bandera norteamericana son algunas de las llamativas imágenes con las que la propaganda cubana ha representado a los Estados Unidos, y que se incluyen en este libro.
Desde que Fidel Castro llegó al poder, cientos de vallas y carteles han hecho referencia al enemigo de su revolución: el gobierno norteamericano, con su poderío militar y la CIA a su servicio. Mi tío no se llama Sam reúne por primera vez una selección de esas obras, en su mayoría inéditas. Ofrece un recorrido visual por el discurso gráfico que la propaganda cubana ha utilizado para hablar de los diferentes temas y episodios que desde 1959 han marcado la relación entre Estados Unidos y Cuba.