Cuando mi hijo Adrián comenzó a caminar se convirtió en un auténtico «rabo de lagartija», nuestra casa paso a ser un polvorín y mi hijo un intrépido explorador que se movía por toda la casa, de forma temeraria. Cuando empezó la guardería comprobé que su comportamiento no era como el de otros niños. Corría de un lado para otro, se subía a todos los lugares peligrosos, sufría muchos accidentes, le costaba estar sentado y permanecer en silencio. Comencé a indagar cuál podría ser la causa de tal comportamiento y fue entonces cuando descubrí que podría tratarse de Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad (TDAH).