Porque lo que hizo Azcárate en Londres fue una diplomacia de combate, una lucha en la que creía que debía hacer todo para que triunfase la causa que él consideraba justa. Sus memorias son el testimonio de un combatiente que dejó de lado sus aspiraciones personales en aras de defender el sistema que consideró necesario para modernizar España. Para ello luchó por atenuar la simpatía que despertaban en la sociedad británica los sublevados y se enfrentó al gobierno conservador británico y a los prejuicios y falsedades que sobre la República se difundían.