Gerardo Guerra (Caparroso, 1894-1977) fue un trabajador infatigable, solidario con los humildes como él, al que le tocó luchar por lo que en su tiempo era más sangrante: la situación desesperada de los campesinos sin tierra. La lucha por la justicia dio sentido a su vida y no ahorró ningún esfuerzo para conseguir un reparto justo de las tierras comunales, lo único que podía traer pan y esperanza a los campesinos desheredados. Ese no era su único empeño. Consideraba la educación como el instrumento más eficaz para que los hijos de los humildes salieran del estado de postración en el que vivían. Él mismo había aprendido a leer por su cuenta y terminaría escribiendo estas memorias, testimonio de primera mano sobre la Guerra Civil española, en la que resultaría represaliada buena parte de su familia y de la que saldría con una condena a muerte, luego de escapar a Francia, regresar a Barcelona y terminar en la prisión de Valencia.
Al testimonio de Gerardo Guerra ha añadido su nieto, Pedro M. Monente, datos, documentos y comentarios que ilustran tanto los anhelos de la República como el bárbaro reinado del terror en los pueblos de Navarra tras la sublevación.