La meditación es una vía para abrir un canal efectivo de comunicación con los ángeles. En primer lugar, nos permite detener la marcha de la vida diaria, olvidar nuestras preocupaciones y dejar que nuestra mente se libere de los pensamientos que nos abruman a cada instante. En segundo lugar, es un espacio de encuentro con nosotros mismos y con nuestra esencia, un momento reservado para el diálogo con nuestro interior. Estas dos características hacen de la meditación un vehículo ideal para llegar a los ángeles. Al meditar, nos reencontramos con nuestra esencia y somos capaces de percibir lo que los ángeles tienen para decirnos; abrimos las puertas de la percepción, comenzamos a entender que no todo es racional, que las casualidades tienen un origen, que los ángeles nos pueden hablar de mil modos distintos y que sólo depende de nosotros aprender a escuchar lo que tienen para decirnos. La meditación no es otra cosa que una forma de comunicarnos con los ángeles para pedirles protección, ayuda o consejo. Es un vínculo estrecho que entablamos con estos maravillosos seres de luz, una manera de hacerles saber que estamos listos para recibirlos en nuestra vida. Y una vez que somos capaces de recibir a los ángeles, tendremos la misma capacidad de fundirnos en la Totalidad. Meditar es dejar de lado la individualidad, abandonar el egoísmo y ser parte del Todo, ser parte de Dios. Por esa razón, meditar no es sólo una técnica de relajación: es una forma de entrar en comunión con el Universo.