Cervantes, moribundo, es advertido de que su única hija, con la que no se habla desde hace años, parece estar siendo seducida por un lujurioso clérigo, su competidor con la pluma y vecino: Lope de Vega. Altérase, llámanle... Y por la escena aparecen los gritos de algunos grandes de su tiempo, como Quevedo, espadas, alborotos, meditaciones ante la cercana muerte. El Conde de Villamediana, Lope de Rueda o Góngora también asoman sus nombres en la madrileña calle del León, lugar de comadreo donde el autor de don Quijote ha de enfrentarse a la vanidad de las letras y las ambiciones, a sus pesadillas y a sus sueños, antes de partir al otro mundo.