La curiosidad, que es una de las formas del conocimiento, tiene su precio. A veces, muy alto. Por comer el fruto del árbol prohibido, "excelente para lograr sabiduría", Adán y Eva perdieron el Paraíso y la inmortalidad, tuvieron conciencia de la muerte y del inexorable paso de los años. Desde entonces la muerte es inevitable. El paso de los años, en cambio, se puede disimular o retardar de diferentes modos. El método más común en estos días es la cirugía plástica; el más violento y definitivo: pactar con el diablo. El doctor Fausto, en sus distintas versiones, o Dorian Gray, en la versión de Oscar Wilde, son ejemplos categóricos de esta última alternativa. Ahora Liliana Najdorf propone otra forma igualmente inquietante. El pacto no es con Satanás sino con un santo de extramuros dotado de infinitos poderes: "Mashimón no tiene límites, cualquier cosa es posible porque Él es el dueño absoluto de lo que existe y de lo que no". Han cambiado los tiempos y los personajes, pero no los motivos del acuerdo. Magdalena Carranza de Iñíguez, 58 años, escribana, viuda y madre de dos hijos varones, logra materializar su sueño: convertirse en Paloma Umán, una adolescente de 25 años que sin embargo mantiene vivo el recuerdo de quién era antes del pacto. No vende su alma al diablo, pero igualmente entrará en un mundo diabólico en donde el sexo y la muerte se unen al incesto y donde todo está autorizado, a cambio de volver a ser joven y bonita y llevar a cabo los proyectos que su padre castrador le había impedido. Mashimón no es una novela fantástica; es una novela inquietante. Sucede en este tiempo y en las calles de Buenos Aires, con personajes reales, idénticos a los que nos cruzamos día a día. Liliana Najdorf elabora un texto sugestivo y envolvente, con un final abierto que mientras propone nuevos interrogantes sella ese secreto pacto entre autor y lector que sólo consigue la buena literatura. VICENTE BATTISTA