Significa insistir en la tarea que compete a María, dentro de la comunidad humana, hasta el final de los tiempos. Significa comprender como es debido la vocación de María en el ministerio de la salvación. Lejos de desdeñar su títulos de "Madre de Dios", se trata de mostrar cómo éste alcanza su plenitud en una maternidad universal que nos concierne a todos, en cuanto que todos somos hijos de Dios.
Significa, además, aprender a "orar a María en la Iglesia". Contemplar, naturalmente, su respuesta generosa y confiada a la llamada de Dios para colaborar en la obra de la salvación, pero también, y sobre todo, pedirle que sea ella la educadora de neustra fe y de nuestro crecimiento en Cristo.
Significa, en fin, dar el lugar que le corresponde al misterio trinitario en la vida de María, Madre del Hijo, y presentarla en su verdadera relación con las tres Personas divinas, en particular con el Espíritu Santo, que le permite llevar a cabo su doble voación. De este modo, la teología mariana desempeña su auténtico papel de " teología de referencia" y permite expresar con exactitud toda la belleza de las verdades de nuestra fe.
Para ello hay que proclamar a María Madre de la "gran Iglesia", la que , según San Agustín, se extiende "desde Abel hasta el último de los salvados". María, madre de los hombres, de todos los hombres, porque todos y cada uno son amados por el Padre con el mismo amor con que ama a su Hijo único.
Philippe Ferlay, doctor en teología, es profesor en el seminario diocesano de Lyon. Autor de numerosas obras de teología espiritual, es responsable de la formación para el diaconado permanente en Fourvière.