Los nuevos materiales de construcción se fueron imponiendo rogresivamente. Lo que inicialmente solo tenía aplicación en los edificios industriales y utilitarios, poco a poco fueron conquistando los dominios arquitectónicos tradicionales. Las insospechadas posibilidades del hormigón, sobre todo revolucionaron la arquitectura. A partir de obras como el Pabellón del Centenario (1913) se dio acabadas muestras de los enormes vanos que podían construirse utilizando el nuevo material, sin necesidad de incluir pilares adicionales de sustentación que reducirían notablemente la visibilidad en el interior de la sala.