En este libro se pretende definir un género, el manifiesto, que hasta la fecha ha venido recibiendo una atención más bien periférica por parte de la crítica literaria. Esta falta de atención puede haberse debido al hecho de tratarse de un género de función práctica, que ha sido percibido más en su cualidad de texto programático, que en tanto que obra de creación.
En contra de los postulados de parte de la crítica, que no ve en los manifiestos más que un conjunto de textos dispares unidos únicamente por su función programática, la autora considera que en estos textos se da una serie de rasgos comunes que permiten afirmar la existencia de un género literario definido. Para establecer cuáles son dichos rasgos, parte del análisis de los manifiestos de tres de los movimientos más influyentes de las llamadas vanguardias históricas: el futurismo italiano, el dadaísmo y el surrealismo. El manifiesto ya había sido adoptado por movimientos literarios y artísticos de la segunda mitad del s. XIX, pero no es hasta la irrupción del futurismo cuando este género se convierte en el modo de comunicación privilegiado entre los artistas y su público y se produce una verdadera avalancha de declaraciones programáticas. Por este motivo, los manifiestos de estas tres corrientes se prestan particularmente bien para establecer las características propias del manifiesto en tanto que género literario. Al mismo tiempo, su carácter experimental permite estudiar el proceso por el que este género alcanza la autonomía artística, abandonando su función meramente meta-literaria, y adquiere un valor estético per se.