Esta es la historia de una reconquista. Del regreso de San Lorenzo a su tierra prometida, luego de años de vagar por la ciudad más futbolera del mundo. Y es la victoria de un club de barrio contra los gigantes: una dictadura que lo corrió de allí con ordenanzas y presiones, la corrupción de los que vendieron el predio y los intereses de una de las multinacionales más poderosas del mundo, que no se quería correr de allí. Esta la historia del mítico Gasómetro de la Avenida La Plata, construido gracias a una colecta popular en 1916, demolido por las topadoras, y próximamente vuelto a levantar en Boedo.
Pablo Calvo se propuso reconstruir el Gasómetro con recuerdos. Y descubrió una lucha de quijotes contra gigantes. Hubo hinchas que escondieron reliquias del estadio cuando llegaron las topadoras, y niños que refugiaron pasto de la cancha en una maceta, para mantenerla con vida.
Los jóvenes se sumaron a la resistencia, saltaron el alambrado de clausura y jugaron en la avenida La Plata una vez más.
Noches de carnaval con Sandro y Joan Manuel Serrat, el primer gol televisado del fútbol argentino, el eco suspendido de la voz del estadio, el repiqueteo de una pelota de básquet y hasta la derrota de un campeón mundial de ajedrez bajo los tablones figuran entre los relatos salvados aquí del olvido.
Los testimonios recogidos reviven la magia que producía la sombra rayada de la tribuna de madera y dan cuenta de un profundo deseo de los hinchas de San Lorenzo por volver a Boedo.
Al expresar esa añoranza -y juntar el dinero para desplazar de sus terrenos a una multinacional- los cuervos protagonizan una auténtica epopeya a escala barrial, donde cuatro manzanas son el mundo entero.
El autor de Dios es cuervo sacude de nuevo la emoción del sentimiento azulgrana. Y confiado en el poder de este enorme sueño colectivo, cierra los ojos y afirma que el Viejo Gasómetro sigue allí, al alcance de un abrazo.