Los santos no son personajes de estampitas que forman parte de un cuento. Son personas de carne y hueso que tuvieron una vida con alegrías y sinsabores, como cualquiera de nosotros, pero que transformaron aquello que les sucedía en lo más profundo de su espíritu. Supieron escuchar el llamado de la bondad divina y ver que, en cada situación de la vida, Dios está presente y tiene la capacidad de demostrar esa presencia de infinitas formas. Acercarnos a la vida de los santos nos permite reflexionar acerca de nuestra propia vida. Aprendiendo de sus ejemplos, pero también de sus flaquezas y errores, seremos capaces de comprender que está en nosotros la posibilidad de convertirnos en mejores personas. Porque el camino hacia Dios es largo y estrecho, pero se abre ante cada uno de nosotros gracias a la luz de quienes lo supieron recorrer. Y las lecciones que los santos nos dieron a lo largo de la Historia, no son más que derroteros a través de los cuales es posible alcanzar ese Cielo que habita dentro de cada ser humano.