En esta su primera novela, Remedios Zafra penetra y lame las vidas que narra con la dureza de quien se siente zarandeado por la muerte de aquél a quien se ama; una muerte aquí duplicada: la física y la social; pero también con el desgarro y la ternura de quien descubre no sentirse ya conminado, como antes, por los otros que «miran y piden», que «miran y teclean».
Con una punzante intensidad narrativa que transita lo poético sin temor a lo reflexivo, la autora deja atravesar la época a través del duelo de una peculiar familia: «Érase un niño huérfano, una mujer-dañada, un amor-máquina y unos ojos de cristal, que llegaron aquí y que vivieron». Lo hace desde la incontenible pulsión autobiográfica que hace (o finge hacer) ficción.