En el horizonte se dibujan siempre las torres del tendido eléctrico, las chimeneas de la central térmica, el puente de la autopista y, sobre todo, el río, omnipresente, con su simbología y carga totémica. Pero lejos de ser los testigos de un tiempo inclemente, el de finales del franquismo, todos ellos configuran el escenario mitificado de las lecturas de la infancia. Hasta que el propio narrador descubra también su condición de clase, el compromiso político de sus mayores, y se proponga, a través de la escritura, que el heroísmo de los príncipes valientes no quede enterrado en la despedida de la infancia.
Dotada de una invisible estructura interna de recurrencias y asociaciones que avanzan imparables, Los príncipes valientes es una magnífica primera novela, original y envolvente, con un final conmovedor, en la que se configura una inesperada cosmogonía de personajes, objetos y escenarios que sólo la literatura, haciendo arqueología del presente, logra salvar del olvido.