Agosto de 1916: corren tiempos de tribulación en Antíbula; el monarca de este país ha sido asesinado ominosamente, la reina ha intentado huir de forma vergonzosa y se respiran en el ambiente aires de dictadura. Un extranjero un tanto misterioso llega a la hospedería del viejo Cuiña. La convulsión política -a la que no parece del todo ajeno- le arrastrará pronto al desastre, pero de sus amores furtivos con la joven hija del hospedero nacerá con el tiempo el protagonista y narrador de la novela. Considerado, por bastardo, como hijo del demonio, el niño parece, efectivamente, marcado por un invisible estigma que le hará crecer en medio de deslumbrantes descubrimientos y crueles decepciones. La miserable ferocidad del abuelo, la dulzura triste de la madre, el despertar de los sentidos o la felicidad que dan los libros serán los puntos de referencia de una vida que, como todas tal vez, sólo aspira a entender el caos que la rodea.