Si hay madres que pueden amargarles la vida a sus hijas, la de Marina la mortifica especialmente debido a su ciega obediencia a la religión de los espondalarios, que combina actitudes ridículas con estrictos reglamentos que pueden conducirles a la muerte. Marina ha sabido desprenderse a tiempo de semejante trampa, pero, por más que haya decidido entregarse al teatro y a una vida disipada, la ascendencia materna parece haberla marcado para siempre. Un imprevisto vuelve a enfrentarla a su madre, a su incapacidad de afrontar los problemas reales, su obstinación por vivir en un espejismo, su enervante sumisión y espíritu de sacrificio: una posible transfusión de sangre precipita a Marina a un viaje en el tiempo en el que ambas luchan por sus recuerdos. ¿Tan diferentes son realmente madre e hija? A veces, como aquí, sólo la Historia aclara el enigma que estigmatiza la estirpe: un personaje determinante de la historia de España les ha jugado a las dos una mala pasada...