La naturaleza de la verdad está en la búsqueda, en el lenguaje que construimos mientras indagamos qué es la verdad. Es un proceso infinito con algunos paréntesis sublimes. De repente, parece que has llegado, que has descubierto su esencia, que ya eres capaz de definir la verdad en cuatro palabras. Es mentira. Sólo existe la indagación permanente, el trayecto impreciso e imperioso. Cuando crees poder definirla: Dios, el amor, el bien común, el sexo, la locura, se te aparecen las palabras que urdieron quienes andaban buscándola antes que tú y comprendes la pequeñez de tu escenario. Nunca estará completo. Pero esa no es la trampa. La trampa estriba en suponer que es completable. La verdad, infinitamente tejiéndose y destejiéndose, es un impulso desolador y magnífico que te inclina a sobrevivir. No hay instinto de supervivencia en el hombre, hay búsqueda de la verdad. Hay lenguaje.