Llegué dormido a este fecha (una cualquiera) y desperté sin fuerza cuando vi la indiferencia del mundo, cómo miles y miles, ¡millones!, de personas, siendo países ricos, están en la miseria. No añoro el frío ni el hambre; pero me falta la paz. Me siento culpable, y algo dentro de mí dijo: ¡lucha! para que la vida tenga sentido. Y dentro de la impotencia, descubrí las injusticias. Y me llené de leyes para alzar mi voz. Y, disfrazado de justicia, penetré en lo inimaginable y vi cómo el dinero se llena de sangre por aquellos que hacen las guerras para lucrarse sin sentimientos y matan sin miramientos a niños que nacen con la ilusión de la vida y no saben dónde han nacido, ni por qué mueren. Y, sin querer, hallé esperanza. Esa esperanza callada que despierta cuando se hace justicia.