?¡Cuánta acción heroica ha quedado envuelta en el humo de los combates, o yace sepultada en el polvo de los archivos!?Bartolomé Mitre
En este segundo volumen de la saga histórica inaugurada con ?Las campanas de Potosí?, Lemos González profundiza en el filón inagotable de anécdotas y capítulos asombrosos de la Guerra de la Independencia argentina (1810-1825), prosiguiendo con su apasionante relato desde el mismo lugar en donde lo dejó en el libro anterior, fiel a su estilo narrativo tan particular, ágil y críptico a un mismo tiempo. Con ?Gritos de Bronce? el lector se encontrará, por segunda vez, atrapado en medio de un viaje a través del tiempo y la guerra, que lo arrastrará, una vez más, hacia la mítica Villa Imperial de Potosí, arrinconándolo ante sus solemnes campanarios, encerrándolo en su indescifrable misterio? Tras la sublevación realista de Agosto de 1811, Juan Martín de Pueyrredón se encuentra ante la difícil misión de rescatar los valiosos Caudales del Virreinato, custodiados en la Casa de la Moneda, para que no caigan en manos de sus enemigos. El escape de la ciudad con el gigantesco tesoro, el viaje a través del ?Mar de Dunas? por el Camino del Despoblado, y sus sucesivos enfrentamientos con los partidarios del Rey, quedan plasmados de manera única y visceral a través de la prosa del autor. La obra se completa con los demás once relatos, que establecen un diálogo continuo y fluido con el libro que los precede. A través de sus páginas, saturadas de heroísmo y tragedia, surgen las historias olvidadas de aquellos primeros argentinos del ayer: se rescatan las memorias de sus combates perdidos y de las glorias conquistadas.
?¿Quién no echa una mirada al sol cuando atardece? ¿Quién quita los ojos del cometa cuando estalla? ¿Quién no presta sus oídos a una campana cuando, por algún motivo, tañe? ¿Quién puede desoír esa campana cuya música lo traslada fuera de este mundo? (?) Ninguna persona es una isla; la muerte de cualquiera me afecta, porque me encuentro unido a toda la humanidad; por eso nunca preguntes por quién doblan las campanas; doblan por ti.? (John Donne)